viernes, 22 de abril de 2011

"La Hormiga, el Saltamontes y el Hornero". Cap. III


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El hornero ansiaba la majestuosidad de la lluvia, añoraba la tierra mojada y el barro, para poder enfrentar un nuevo invierno en un sólido y confortable nido. Miraba las nubes grises y distantes y cantaba irguiendo el pecho, seguro, abriendo las alas, sintiendo el viento. La Hormiga seguía su labor incansable mientras que el Saltamontes aún se soleaba indefenso bajo el último sol del día. El Hornero sólo rezaba por un par de gotas que le ablanden la tierra, que conviertan la dureza del suelo en barro. Por eso miraba el cielo de reojo, aunando todas sus fuerzas con su canto, paciente, quizá un poco desesperado, olía la distancia entre la póstuma claridad del día y la impertérrita soledad de la noche. Sin pensarlo, extendió sus alas al viento, comprobó durante un segundo el funcionamiento correcto de todos sus músculos y partió hacia el horizonte, amalgamándose con el viento volando por el aire, a la espera de la lluvia, de la noche, dueño de todos y cada uno de sus recuerdos e instintos, que lo hacían libre, fugaz, como la vida, también como la muerte. Y en una melodía lenta y taciturna, se esfumó sobre el horizonte, mientras la Hormiga se escondía a la espera de un nuevo día en la oscuridad de su hormiguero, y el Saltamontes comenzaba su vuelo también perdiéndose en la distancia…

MaT


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